La segunda edición del Candelabrum Metal Fest se celebró con éxito
Fotografías cortesía: Alix Martínez
El pasado 2 y 3 de septiembre se llevó a cabo la segunda edición del Candelabrum Metal Fest, una reciente propuesta de nicho que está posicionando a León, Guanajuato, como uno de los centros neurálgicos del metal extremo en México.
Con un equipo de cientos de personas, los “llamaradas” de Candelabrum fueron dirigidos por el productor general, Kezhia Quintero, quien logró reunir a leyendas del Death, Doom, Thrash y Black Metal en un evento sin igual. Muchas de las bandas presentes en el cartel pisaban México por primera vez (The Halo Effect, In The Woods), o bien regresaban después de largas ausencias en los escenarios nacionales (Draconian, Autopsy).
La llama se enciende
El sábado 2 de septiembre a las 12 p.m. se prendió la llama del Candelabrum con Black Mask, una agrupación de heavy metal oriunda de la CDMX. Con un potente sonido, aunque excesivamente fuerte, Black Mask puso la vara alta para las demás bandas mexicanas, que afortunadamente no decepcionaron. El sonido mejoraría con el tiempo y se percibiría menos saturado, además de ir acompañado con una adecuada producción visual, con pantallas a los lados del único escenario y un show de luces que favorecería la experiencia en vivo.
El poder mexicano
Siete fueron en total las propuestas nacionales que pudimos escuchar, algunas de ellas con décadas de trayectoria, pero otras recién saliditas del horno. Además de Black Mask, bandas como Cathartic, For Centuries y Starforce recibieron la estafeta como proyectos emergentes que
cuentan ya con una propuesta sofisticada.
Por su parte, Annapura ofreció el hardcore/crossover necesario para satisfacer al público más punk, con una buena dosis de comedia y brutalidad en su presentación. No obstante, quienes llevaron el metal nacional a otro nivel fueron los viejos lobos de mar Agony Lords, quienes desplegaron un melodic death metal profundo y convincente.
Si hay una banda que me dejó perplejo fue Majestic Downfall, quienes ejecutan un Death/Doom metal muy macizo y lóbrego. La interpretación de su vocalista, Jacobo Córdova, es muy convincente para transmitir esta sensación sombría y compleja. Un aplauso para ellos.
Las joyas de la corona
Uno de los aspectos positivos del Candelabrum es el apostar por subgéneros normalmente olvidados, como el Doom o las versiones clásicas del Thrash y el Death. Personalmente, encontré fascinantes el performance de The Halo Effect y Dark Tranquility, ambas comandadas en el
escenario por Mikael Stanne y que representan la quintaesencia del sonido de Gotemburgo. Para los fans de In Flames, fue un reencuentro mágico con personalidades como Peter Iwers, Daniel Svensson y Niclas Engelin. Sólo extrañamos a Jesper Strömblad, quien no estuvo en la tarima.
Por el lado del Black, pudimos disfrutar la brutalidad de Hulder, banda estadounidense liderada por la música belga Marliese Beeuwsaert, que a pesar de su corta existencia ya es un referente en cuanto a la oscuridad y mística del folk. En cambio, en la faceta más tradicional, Heathen nos demolió los oídos con su furioso Thrash, al igual que Satan dio un show memorable y hasta conmovedor, pues no siempre podemos contemplar a unas leyendas del NWOBHM.
El pináculo
Además de The Halo Effect y Dark Tranquility, encontré el pináculo del evento en las presentaciones de Draconian y Paradise Lost, ambas bandas leyendas del Doom/Gothic metal. Los vocalistas de Draconian no sólo demostraron ser unas excelentes personas dispuestas a responder preguntas de la prensa y tomarse fotos con el público, sino que son verdaderos maestros de la melancolía musical. Por su parte, Paradise Lost nos transportó a las épocas doradas del gótico y el doom, con himnos como True Belief y Embers Fire.
Para los fans del atasque total, Immolation el primer día y Autopsy el segundo dieron cátedra del Death Metal de cepa, con una gran precisión en su ejecución, además de recordarnos cómo evolucionó el metal extremo en Estados Unidos a mediados de los 80.
A mejorar
No todo puede ser bueno, y lo cierto es que Candelabrum Metal Fest aún tiene varias áreas de oportunidad para mejorar. La oferta de comida puede clasificarse entre mala y espantosa, con sólo burritos, flautas y hot dogs a un precio excesivo. En cuanto a las bebidas, escuché algunas quejas, pero la verdad es que considero que tener tres diferentes marcas de cervezas es un lujo comparado con otros festivales más mainstream.
Más allá de los alimentos y bebidas, en la producción hubo algunos desaciertos. Por más que digan que los horarios deben ser respetados para una tener una logística adecuada, se ve pésimo cortar en seco a bandas cuando es evidente que están a punto de terminar. Dejemos ya esa obsesión con la puntualidad desmedida, o si la vamos a tener, al menos que se aplique parejo.
En cuanto a la cancelación de Grave, quizá la más sonada por la premura de la noticia, lo cierto es que se armó un debate sobre quién tenía la principal responsabilidad. Independientemente de la respuesta verdadera, la producción del Candelabrum debería hacer acuerdos únicamente con bandas que respeten la marca y nombre del festival.
La llama vive
Pasada la medianoche del domingo 3 de septiembre, la llama se apagó temporalmente con el cierre de Autopsy. Espero ver esa llama prendida en los próximos años, pues el Candelabrum Metal Fest es una de esas propuestas diferentes que no podemos dejar morir. La curaduría tan especial de bandas, la localización geográfica y la creciente mejora en las condiciones para el público prometen marcar una época en el metal que se vive en nuestro país. Mantengamos la flama.
* Eric Novelo es biólogo y, junto con Valente Salazar, conduce Metalópolis, el podcast para conocer todo lo relacionado al heavy metal que tiene ya siete temporadas. A partir de esta entrega, estarán ampliando su pasión por la música a través de reseñas, crónicas y entrevistas.